viernes, 9 de noviembre de 2012

Del cuaderno de un biólogo...

A falta de formol . .. buena es caña brava



         "...Valle de Tílquiza. Es difícil que lo encuentre entre Jujuy y Salta en los mapas comunes. Una hondonada a la que en 1933 sólo se accedía a caballo o a lomo de mula por escabrosas sendas de montaña. Se había dominado allí un brote de peste bubónica y Salvador Mazza quiso hacer una visita de inspección para ver como seguía el estado sanitario de los algo más de 200 pobladores, todos leñadores forestales. El material hachado se llevaba en cachapés, arrastrados por tractor hasta una ruta de Salta en la que se lo pasaba a camiones.

         Tras horas de paso lento a caballo llegamos a lo que era la unidad sanitaria. Una casilla de tres ambientes en la que vivía un joven médico, el Dr. Olivero, recién destacado en la zona, donde además de su dormitorio tenía una cocina comedor y un cuarto improvisado en consultorio médico, con una camilla, una banqueta y un armarito. Nos recibió con un anuncio particular "Le ha dado la repentina (la muerte súbita) a don Nicomedes, viejo chagásico. Ahí lo tengo en el galpón del tractor para ver si le puedo sacar algo antes de entregarlo para el velatorio".

         Eran los tiempos en que todavía muy pocos creían en la existencia de la cardiopatía chagásica, así que la oportunidad de conseguir un corazón para el estudio anatomopatológico era algo que don Salvador no podía perder. Así que al oír al joven colega su frase fue "A mi juego me llamaron". Sobre un tablón apoyado en un tractor con la cajita de instrumentos que siempre llevaba en su maletín; una incisión bajo las costillas y penetrando al tórax tijera en mano, en cinco minutos tuvo el corazón en su mano. Una prolija sutura disimuló el corte.

       Pero ¿cómo llevar ese corazón a Jujuy sin que se alterara? No habíamos llevado formol ni envase adecuado y no viajábamos hasta la madrugada siguiente. En veinte horas esa víscera estaría alterada e inservible para un estudio científico. Allí no había formol ni tampoco alcohol que era la alternativa, como conservador. Pero Mazza era zorro viejo en materia de improvisaciones y preguntó "¿Aquí hay un boliche almacenero?". "Si pues está don Enereo, un boliviano un poco más allá del bajo".

      Allá fuimos pues; el corazón envuelto en una toalla húmeda. Saludos y presentaciones. Pregunta de Mazza: -"¿Tiene alguna caña brava, pero bien brava?", -“Pos que sí, un zingani del alto que da candela", -" Tráigala y veremos si es cierto". Echó don Salvador un chorro en una cuchara y le arrimó un fósforo y, en verdad, la caña boliviana dio lumbre... Ante la sorpresa del bolichero en vez de pedir vasos Mazza dijo: "A ver si me consigue una lata como para que quepa este bulto, mostrando el envoltorio cardíaco". "Latas vacías no tengo, sólo una lata con unos litros de aceite. "Que venga esa lata, yo se lo pago, quédese con el aceite y deme la lata". Difícil seria dar cuenta del asombro del bolichero, vaciando una lata de tres litros de aceite comestible en botella para entregar el recipiente vacío al extraño visitante. Más aún cuando tras limpiar prolijamente la lata con un trapo de piso, también adquirido al efecto, vació dos botellas de zingani en ella y con gesto triunfante sumergió allí el apretado envoltorio. Con esto a no se nos pudre" fue la última de Mazza. Pero al salir nos consta que el bolichero no pudo menos que musitar a Olivero: "Locos hai d'iaber muchos... yo hi visto algunos …pero como este vejete ... ninguno!" y así llegó el corazón de registro M.E.P.R.A. 22.740 a Jujuy.


          Mientras viajábamos desde San Pedro de Jujuy a la capital jujeña, sede de la M.E.P.R.A., José Amador; el chofer de confianza de Mazza, olfateaba el tufillo que surgía de la lata comentando "Parece que es del bueno". Ante la alarma del jefe que lo paraba en seco "No se te ocurra probarlo”.


       ¿Sirvió el ardid de conservación? Perfectamente, el corazón fue luego pasado a un fijador convencional y procesado sin dificultades, y ante los preparados listos para ser vistos al microscopio fue el colofón de Mazza: Sepa doctor que cuando se termina la Ciencia, empieza la inteligencia, esa que no está en los libros”.


Relato original: Miguel Jorg
Adaptación: Rubén Storino
Del Libro "Enfermedad de Chagas"
Rubén Storino y José Milei
Mosby Doyma Argentina



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